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TODOS LOS CAMINOS CONDUCEN AL POSETS

La tonta la loma
Publicado de en Loma tras loma · 14 Octubre 2019
Así es: todos los caminos conducen al Posets, aunque es posible que no te lo creas, tal vez
porque no sepas dónde queda piensas que no fuiste nunca. Te equivocas, estoy segura.

Piensa que un día, seguramente hace mucho tiempo, estuviste en un lugar, fuiste a algo. No sé
a qué. Tampoco creo que sea importante que se tratase de un deseo nuevo o de un deseo
antiguo, entonces. Sólo importa que no lo conseguiste y que no lo conseguiste por mucho.

El Posets se quedó ahí, lejos, oculto detrás de un horizonte que acababa en frente, en un
“collado de libro” al que seguía una cresta que, sin duda, era la que conducía a la cumbre.
Difícil, seguramente pero, sobre todo, ya inalcanzable a esa hora del día.

La dosis de miedo correspondiente se invirtió en el lugar equivocado: la ladera inclinada,
poblada de piedras e insuficientemente nevada.

Eran “otros tiempos”. Dieciséis, diecisiete o dieciocho años, en cualquier caso son menos de
veinte, es decir, menos de nada. Iba a consumar aquel deseo que no sabía que existía, con una
amiga y un croquis somero sacado de quién sabe dónde. Transitamos un paisaje que ha
desaparecido de mi memoria salvo en que limitaba con el cielo festoneado de piedra gris.

Luego el texto decribía algo así como “un gran collado” y la imagen dibujaba un giro tal vez
demasiado a la izquierda. Le hicimos más caso a la imagen que a la palabra y embarrancamos
sin remedio en una fuerte ladera a la izquierda del collado. Me costó bajarme, más que a mi
amiga, tal vez soy más torpe, tal vez más cobarde. Pero, sobre todo, se quedó habitándome
aquello de pero… ¿Cómo hemos podido equivocarnos? ¡Si es un “collado de libro”! Y se quedó
ahí, la pregunta magullada por la punta de los crampones ¿Por qué invertir el miedo en una
equivocación? Acabómaltrecha y no la reconocí y eso que ahora me doy cuenta queme gritó
mil veces ¿Por qué? ¡¿Por qué?!

Se quedó ahí, magullada y arrastrada por los pies.

Sin embargo, aunque también puedan pasar desapercibidos, los “collados de libro”
continuados por crestas difíciles, sí, se van a vivir a algún lugar del deseo, lo prefieren a irse a
algún lugar de la frustración, sobre todo cuando se recortan sobre el horizonte claro. Se
convierte en algo así como “innegable”.

¿Qué te digo? Nunca he pretendido volver al Posets. No tenía nada pendiente. Sólo quedó la
imagen nítida de un innegable collado de libro dibujado contra el cielo seguido de una
hermosa cresta demasiado difícil para mí. Pero se había quedado a vivir ahí: en un rincón del
alma. Nunca volvía mirarla, ni siquiera sobre un mapa. Sólo me interesa dónde están las cosas
circunstancialmente. Que no me interese no se trata de una decisión sino de otra circunstancia
más: no me interesa ¿Qué puedo hacerle?

Recientemente, el desconocido al que amo, justamente por sorprendente, me propuso subir el
Posets por todos los sitios por los que se puede subir ¿Ah, bueno! Pero… ¿Se puede subir por
más de un sitio? ¡Ah, bueno! Pero…¿hay alguno fácil? ¡Ah, bueno!... Hace poco ha muerto allí
Carlos Tudela, supongo que de un mal tropezón ¡Ah, bueno!... en algún lugar hay un collado
innegable. Un collado al que no pude llegar, aun siendo de libro.

Desgranamos las rutas de acceso, de fácil a difícil, la más difícil para el final y el collado de libro
no aparecía, al fin y al cabo debo reconocer que tengo mala, muy mala, memoria. Fianlemnte
me decidí a entrar desde Estós y probar. PD- decía el libro por una “brecha”. El mapa señalaba
la cresta como camino “difícil”, pues por la brecha, que parecía más razonable.

Me fui para arriba, detrás del moreno y con el miedo trabándoseme en los pies. Sin motivo,
me dije. En un rato enfilábamos el collado de libro. Era tan inexplicable no haber subido.

Quería que mi amiga estuviera allí conmigo, también ella. Como si los caminos tuvieran un
sentido.

“En un rincón del alma” empezó a arañarme el corazón y la memoria, en su versión por bulería
de Siempre así. El corazón no sé por qué y la memoria porque no me acordaba y, lo peor, no
tenía cobertura para salir de dudas.

En un rincón del alma…
En un rincón del alma…
En un rincón del alma…

¡Coño! ¿Quée pasaba en un rincón del alma?

Fácil, pasa que después del collado de libro que te separaba del Posets y al que no pudiste
asomarte hay un paso que no es qu no seas capaz de transitarlo, no, es que no eres capaz de
localizarlo. Te reccores toda la penuria con problemas y no lo acabas de ver claro. A cien
metros de desnivel de la cumbre y no encuentro el camino. Es, cuando ya de vuelta, mirando
atenta la bajada, reparas en la pregunta magullada por tus innumerables pisadas ¿Por qué?

¿Por qué invertir el miedo en una equivocación?

A pesar de llevar pateándola un tercio de vida no sé la respuesta, acabo de ver la pregunta.

Días después he buscado y encontrado el hermoso mar de nubes que torna más hermoso el
paisaje. Dice:

“En un rincón del alma
También guardo el fracaso
Que el tiempo me brindó.
Lo condeno en silencio
A buscar un consuelo
Para mi corazón”

Se me queda enganchado “lo condeno en silencio”. Como esa nube que te trae el viento, otra
vez (“lo condeno en silencio”) ¿Quién soy yo para condenar lo que sea, en silencio o en voz
alta, aunque sea “mi” fracaso?

¡Qué tontería de canción! ¡Qué tontería de fracaso!

¡Qué tontería de cumbre!

Y pensar que casi lloro…

Sin ninguna duda me quedo mejor con esta otra estrofa:

“Con las cosas más bellas guardaré tu recuerdo
Que el tiempo no logró
Sacarlo de mi alma.
Lo guardaré hasta el día
En que me vaya yo”

Al fin y al cabo, se trata de un collado de libro que se recorta contra el cielo desembocando en
una cresta, difícil. Y que, como ahora sabes, da paso a un agonizante glaciar que se deshace en
agua rápidamente, colgado de su pequeño circo. Al fondo, en ese muro, hay un paso y lo sé.

¿Por qué?

¿Por qué malgasto el miedo?

Venga, dime ahora que nunca pisaste algún Posets. No te creo.



Este blog personal es propiedad de
Adriana García

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