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INSUFICIENCIA VITAL

La tonta la loma
Publicado de en Sea · 4 Junio 2022
Mi amor me dijo uno de estos días que había recibido un audio de alguien cuya voz se
parecía a la mía pero no era yo, que debía ser una broma porque sonaba como yo pero
sin vitalidad. Ciertamente, un espejo de mi propio extrañamiento. Vivir sin alegría es para
mi algo inconcebible. Pero menudo revolcón, aparentemente inmotivado, me está dando
la vida.

Siento como una desproporción lo que me ocurre con el detonante que lo produce y vivo
con terror la presencia de la ansiedad que anula mi voluntad y es ella la que decide
cuándo me muevo, cuándo me tumbo y me levanto, cuándo puedo tragar, cuándo
sentarme. Ignora no sólo mi voluntad sino las evidentes necesidades físicas de un cuerpo
que necesita descanso. De un cuerpo que necesita vivir sin la amenaza de la orden
imperiosa de no poder parar. Vivir tensa, encogida, dura, con el estómago cerrado, con la
garganta cerrada. Blindada. “Alteraciones neurológicas” parece que suena a poca cosa y
ahí caben mil cosas terribles. Cuánto dolor hay en el mundo. Dolores en los que la
causalidad es evidente y dolores aparentemente desproporcionados. Dolores que nos
expulsan a los márgenes de la vida. El dolor del mundo eclipsando la alegría de vivir.

Un positivo en un test de antígenos con unos síntomas mínimos, una madre con fiebre y
un padre estornudando y ¡menudo cataclismo!.

La primera noche me debatía entre quedarme a dormir dentro de la casa o mantener la
calma en mi camita pero cuando me duché ya habían cerrado la puerta. Primera noche de
angustia. La segunda noche quise quedarme de nuevo, en el sofá cama pero mis padres
no dejaron que la niña asustada se acostara con ellos (Menos mal que esta casa tiene
algunos habitantes sensatos) Aunque casi todas las noches antes de salir por la puerta mi
madre me pregunta por qué no me acuesto dentro, esta vez me dijo “Es que vas a
descansar mejor en la caravana”. Yo sabía que no pero todavía aspiraba a no
preocuparlos. Pasé la segunda noche horrorosa pero esta vez la llegada de luz no disipó
la angustia.

Afortunadamente, no sirvo para disimular, además de que es difícil disimular si no eres
capaz de sentarte a la mesa el tiempo de comer. Lo más normal cuando alguien se
levanta 3 veces en el intervalo de dos minutos es que le pregunten qué le pasa...Creo que
una parte de su pronta recuperación se debe a su preocupación por mi. Mis padres ponen
cara de evidencia científica cuando dicen “Es que nosotros no estábamos malos como
para que tú te quedaras aquí”. Seguramente tienen razón.

La fortaleza es el envés de la vulnerabilidad. Lo sé ¿Por qué esta reacción? ¿Cansancio,
síntoma o simple impotencia, simple “insuficiencia vital”? No sé. Desconcierto.
Tras mi llamada de auxilio, una diversidad de gente querida me ha ofrecido sus
experiencias. Me ha hablado de su relación con la ansiedad o con el insomnio en
diferentes momentos. Me han mirado, también, desde fuera y me han dicho lo que ven,
corrigiendo así la imagen distorsionada por la angustia. Las conversaciones, a veces
telefónicas, a veces mediante mensajes de voz o escritos y una sola vez en directo han
actuado en mi cuerpo como las vibraciones de un concierto de cuencos tibetanos ¡Qué
hermoso es recibir la vulnerabilidad desnuda cuando el dolor es ya pasado!. Está siendo
un maravilloso concierto polifónico sin pies ni cabeza. Ha sido también la oportunidad
para recordarme que en el lugar más insospechado hay atrincherada una amiga y esos
“me importas” que no te esperas impactan de lleno. Esas personas que no se ocultan
cuando inesperadamente dices “tengo una ansiedad que no me deja vivir” porque me he
tirado en plancha e impúdicamente a buscar ayuda ¡Ansiedad: FUERA DE MI VIDA!

Prácticamente no he llorado estos días, ni de impotencia ni de miedo, pero en algunos
momentos me he llenado de emoción hermosa que me ha puesto al borde del llanto. El
primero llegó cuando estaba ya intentando entretener unas horas que se me hacían
insuperables, tras haber declarado mi impotencia en el grupo de amigos y entró un
mensaje-conjuro: “Cuatro esquinitas tiene tu cama, cuatro angelitos la guardan, y te dicen:
Adri, duerme, reposa, no tengas miedo de ninguna cosa”. Vale, la ansiedad me come pero
no estoy sola. Seguramente los abrazos no quiten la ansiedad , tal vez puede ocurrir
hasta que se sea incapaz de sostener los 8 segundos en según qué momentos pero vaya
si ayudan, hasta los virtuales ayudan. La soledad, no tener con quién compartir un
sufrimiento. Carecer de la presencia de otras miradas que te ayuden a reducir el
sufrimiento a su tamaño real o sólo que te acompañen, sí es algo tremendo.

En uno de los cuencos tibetanos sonó “humildad”, esa cualidad que tanto evoco porque
me parece más deficitaria que la vitamina B y tan necesaria para la vida como el agua y el
sol. No estoy acostumbrada a no dar respuestas pero no podía darme ninguna. No tenía
nada que decirme. Por eso me lancé a contarlo. No sabía qué me pasaba, aún no lo sé,
pero en otro cuenco apareció un teléfono a través del que empezar a tirar de un cabo. Y
en cada conversación ha habido un maestro. Una de ellas ha apuntado en la dirección del
horizonte, que si parece ofrecer cosas tristes habrá que cambiar el punto de vista hasta
encontrar la belleza, porque la hay (y porque la vida sigue, coño, y menudo rollo es esto
con lo bien que íbamos…) y porque la vida simplemente es y no puede ser sólo triste
envejecer junto a tus acompañantes de vida.

Subir montañas es lo mío, es un movimiento ascendente y esforzado para luego
restablecerte en tu sitio, el insulso nivel del mar. Subir montañas da perspectiva pero,
curiosamente, no tanto del paisaje como del propio interior. Me sitúa con cierta facilidad
en la percepción de que mi cuerpo es a la vez, un contenedor y una máquina perfecta. Me
sitúa entre la extrema fragilidad que soy y la sorprendente fortaleza de la que soy capaz.
Me armoniza. Caminar y caminar y caminar me reconcilia con la vida. Caminar sin fin, sin
sentido, sin motivo. Caminar, simplemente. Poner el contador a cero. Me subo al santo de
Pizarra, a la búsqueda de mi misma a través de mis pasos y me encuentro en casi cada
piedra del camino. Estoy encantada de verme aunque tenga mala cara. Hace demasiada
calor para caminar pero.

Mi amor me recuerda eso que ya sé: que tengo cuerda pa rato. Que sí tengo
herramientas. Que sí sé por dónde empezar. Que si soy capaz de dormir cuatro horas y
trabajar intensamente es que puedo continuar buscando mi camino antes de rendirme a
llevar una vida adormecida por los hipnóticos porque con frecuencia se vuelve un camino
que cuesta abandonar, por lo que mejor reservarlo para cuando se está rendida. Y si toca
no dormir pues no se duerme ¿Vale pero y con lo de no encontrar asiento qué hago?
¡Aaaaaah!... Las pastillas duermen ellas en un cajón por si realmente encuentro que ya no
puedo más, curando sin tomarlas. Hasta los amigos que ya no están acuden a ayudarme.
Han aparecido en mi recuerdo la cantidad de veces que la ansiedad se ha acercado a
saludarme. La cantidad de veces que he seguido mi camino metiendo un poco el pie en el
charco o bordeándolo. Pensando “Entiendo que alguien pueda tirarse por una ventana”,
algo que me resonó cuando trabajaba con personas con enfermedad mental. ¿Cómo se
huye de sentir la imposibilidad de respirar y saber que no tiene fundamento? ¿Dónde se
consiguen los aerosoles para esto?

Me está resultando difícil quedarme quieta. Sentarme a mirar pero algo interno me dice
que no hay prórroga, que tengo que hacerlo ahora. Sentarme a mirar, yo, que sé que el
nirvana no me pillará sentada. Y tumbada menos. Tengo que escribir. Hablar. Detenerme.
Aprender de quienes han pasado por ahí y lo han dejado atrás, de su generosidad de
compartirlo. Escuchar.

Este ser ultra lógico que soy no cree en el más allá. Por supuesto, no cree en dios. Por
supuesto, sólo cree en que la energía ni se crea ni se destruye sólo se transforma. Sin
embargo, vivo con la absoluta certeza de que tengo ángeles de la guarda que me cuidan
(Dime infantil si quieres). Y tengo una confianza inmensa en que el poder del amor “te
salva”. No sé muy bien qué significa eso pero así lo siento cuando pienso en mi crianza y
en mi vida. Casi mi única convicción política es que el amor nos hará libres. Gracias por
practicarlo, re-evolucionarios.

Quiero reconocerme. Dormir tranquila, abandonada al sueño y a la vida, mientras dure.
Caminar sin medida y sentarme a estar.

Uno de los regalos que ha llegado de la mano de esta ansiedad ha sido este: “Tu estás
hecha para estar en alto, para mirar con perspectiva...y mostrarle tus pies descalzos al
cielo” y siento que no me pertenece porque el universo responde: y tú y tú y tú y tú y tú...


Este blog personal es propiedad de
Adriana García

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