La imposibilidad de la comunicación me aflige. La desigualdad me aflige. Y los desiertos. Los desiertos también me afligen porque son incomunicables, inaprensibles. Cuando una multitud se vuelve hacia alguien esgrimiendo el que “es que tú has dicho” siento un vacío de soledad. Puedes estar en medio de un millón de personas, pero estás sola. La escucha humana se detuvo. Por eso me considero su hermana, comparto con ella, con Carolina Bescansa, el probable error de considerar que la defensa del aborto libre no tiene capacidad de movilización política. De movilización política en general porque, aunque a través del control de la fertilidad de las mujeres se controle la libertad de todos, ellos parecen no haberse dado cuenta. Lo que no quiere decir que no afecte, fundamentalmente, a la libertad.

Porque a mi se me desgarran las entrañas con la idea de parir y criar sin desearlo. Se me desgarran las entrañas con la idea de venir al mundo no siendo deseada y puede que nunca querida. Pero también se me desgarran las entrañas con el desierto. Con los desiertos. Con la soledad de todos los desiertos.
Los desiertos…esos lugares hostiles para la vida humana. Esos lugares donde la vida humana es difícil. Como los espacios de ocio de los grandes almacenes donde multitud de hombres hacen lo imposible para ignorar cómo los hijos que nacieron a través de los cuerpos de la mujeres con las que pagan a medias la hipoteca condicionan sus vidas, mientras paga, junto a la entrada de la película Disney, la consabida ración de ñoñez rosa para su niñita y de violencia para su machito ¿Cuántos hijxs habrían tenido? ¿Por qué no hablan del aborto?
Esos lugares donde la vida huma es difícil. Como la salida de los colegios donde atropelladas madres «trabajadoras» , que conducen sólo para la ocasión, hacen servicio de recogida y reparto de niñxs por estaciones que aún diferencian entre el rosa y el azul. Ellas piensan, desencantadas, que esto es la igualdad, mientras asoma una esperanza a destiempo: algunos, también atropellados, padres que quieren cuidar ¿Cuántxs hijxs habrían tenido? ¿Cabrían todos en un coche? ¿Y en una jornada? ¿Por qué no hablan del aborto?
Esos lugares donde la vida huma es difícil. Como las asambleas políticas, tan marimachadas. Ojo, no olvidar la armadura aunque sea entre afines, que nunca o casi nunca, es entre iguales. Y bla, bla, blas. Y rebla,bla, blas. Y requetebla, bla, blas. Y parece que la vida no existiera más allá de las ideas y los discursos ¿Cuántos hijxs tienen? ¿Dónde están? ¿Qué están haciendo las mujeres con las que comparten hipoteca? ¿Qué ocurre con la libertad de esos hombres cuando las mujeres con las que comparten hipoteca no pueden decidir sobre su maternidad? ¿Por qué no hablan del aborto?
Esos lugares donde la vida humana es difícil. Los probadores de Zara. Lugar de convivencia intergeneracional siempre que exista, claro está, contención en la talla. Mujeres uniformadas en un margen de 36 a 44 de factoría en Tánger, pero no nos engañemos, suspensas siempre a partir de 38. Deseos etiquetados de realidad prêt-à-porter ¿Cuántas seguirían contenidas después de seis partos no deseados? ¿Cuántas podrían girar la etiqueta? ¿Por qué no hablan del aborto?
Mientras tanto, en las concentraciones continúan las mismas pesadas. Firmando autoinculpaciones por abortos realizados en cuerpos y almas de mujeres que no están allí, que no hablan de ello en el desayuno, ni cuando desaprueban con disgusto la arruga que les hace el pantalón candidato al armario. Mujeres que comparten hipoteca con hombres que se creen libres porque eligen equipo. Y ahora voy y me entero por El mundo,- que no es otra cosa que un diario errático es decir, que desconoce dónde le conducen sus pasos-, que igual el gobierno aborta «el gallardonazo». Y no me lo creo. Y me dan ganas de reír. Y de llorar. Y no me lo creo. Soy como por la mi desconocida China. Contengo al menos nueve desiertos de los que nada se, ni siquiera el nombre. Hasta pensaba que el de Gobi estaba en África…
Trabajamos, trabajamos pra nosotras y para todos y, sin embargo, somos mujeres en la sombra. Me lo señaló una vez mi madre, que tanto trabajó de niña en el campo, señalándome a las mujeres en la esquina de un cuadro de siega. «Míralas, siempre ahí en la sombra». Pasan los años y seguimos ahí, en la sombra del entendimiento social, como si nuestros cuerpos, nuestras vidas, nuestro ser nada tuvieran que ver con lo que importa.
Será éste un nuevo logro agridulce de las mujeres feministas para el común, porque ellas, las otras, muchas de las mujeres que abortan por derecho, no han estado en las calles, ni siquiera han hablado de ello en los desayunos, los probadores, en la puerta de los colegios. Porque ellos, los hombres, hasta los que dicen querer un mundo más justo, olvidan con frecuencia que estuvieron unidos por el ombligo a una hembra. Olvidan que no existe la vida sin mujeres. Será por eso que habitamos lugares donde la vida humana es difícil. Será por ello que la oposición a la pérdida de la libertad de decidir sobre el nacimiento no tiene capacidad de movilización política. Será por espejismo vital que parece una cuestión de maternidad y no de nacimiento. Será por espejismo vital que parece que sólo se somete al cuerpo de las mujeres y no a la libertad de todas y cada una de las personas. Será por espejismo vital que parece no haber engendradores ni sustentadores involuntarios.
Tan seco es el desierto patriarcal y capitalista que quiere subordinar la vida al dinero y al poder. Tan seco y tan grande es el deierto que nos habita que parece lo contrario de lo que es ¿Por qué no hablamos del aborto a cualquier hora, en cualquier sitio y con cualquiera? La prohibición del aborto es un arma de destrucción masiva de la libertad individual y social, no una afrenta a las mujeres. A pesar de ello, la libertad de decidir sobre el nacimiento será. SERÁ del feminismo para el común, como desiertos tiene la China.
