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POSTALES DEL FÍN DEL MUNDO

La tonta la loma
Publicado de en Loma tras loma · 19 Noviembre 2013
“Postales del fin del mundo” es un título que me hubiese encantado cosechar pero lo conocí cuando ya existía como nombre de bodega, allá por el cono sur. Alguien ya había asociado imágenes al sabor de este vino mucho antes de que el viento imperturbable nos sacudiera de los desiertos de altura de la Catamarca. En consecuencia, nos bebimos toda la uva malbec que nos dio tiempo.

¿Qué clase de desiertos fui a buscar allí, a esas montañas inexistentes hasta para los documentales?Los montañeros europeos de nueva generación podemos resultar hasta un pelín ridículos en según qué sitios, -las montañeras también-, con esas ropas que permiten clasificarnos por países según las marcas, inseparables de la botella de agua y agachándonos a hacer pis una media de 24 veces al día, sin esforzarnos mucho en encontrar un sitio adecuado. Total, ¿para qué? Si estás en mitad del desierto más seco del planeta. Bueno, en mitad mitad no que, al menos, por allí pasa una carretera.

¿Qué sentido tiene una frontera a cuatro horas de ninguna parte por lado y lado? Pero se cierra cuando la policía acaba la jornada laboral y allí quedamos unos pocos, en mitad del mundo y en mitad de la nada. Algunos con un motivo lógico, como desconocer que las fronteras en medio de la nada existen y se cierran, y otros no tanto, entonces el surtido de sinsentidos es de lo más variado.

Cuando acabas de perder las gafas, como me pasó a mí, puede que también pierdas el discernimiento de si tu incapacidad para aprehender (¿entender?) el mundo tendrá más que ver con tu miopía que con tu sordera. Lo cierto es que no me quedó nada claro. Si el mundo no tiene márgenes. Si la tierra es, aproximadamente, redonda. Si sólo la ves aparentemente monda, lironda y plana en la foto de un satélite ¿Qué hacemos aquí? Puede que sean delirios por la altura o espejismos del desierto o, simplemente, el efecto de andar sin gafas, pero aquella gasolinera, más desolada que la que sale en Bagdad café, estaba llena de hembras  ¿Qué hacemos aquí? Pues anda que estos..

Tampoco me quedó claro lo de la creación del mundo pero si fue cosa de dios, aquel trozo lo dibujó cuando estaba en la guardería. Y lo dibujó en un papel continuo, tan grande que no cabe en una cámara de televisión. Y allí estaban ellas, nosotras, yo. La mayor “casual party” de mujeres montañeras a la que haya asistido. Argentinas, alemanas, españolas. Y ellos, claro. Ellos, nosotros, yo. Despreciables puntitos de colores respirando en medio del páramo, que bien podría ser el fin del mundo. O el quinto coño. O el séptimo cielo.

Seguimos una diagonal, aparentemente, recta. Derecha hasta el cielo.

Aquella montaña coloreada por el niño dios, al filo de una carretera que bien podría no llevar a ninguna parte, fue la primera vez para un puñado de gente que, sin ninguna metáfora, fuimos allí a encontrarnos con la nada. En una torre de Babel en la que un alemán me cantaba la altitud desde que me sintió quebrarme, saldando una deuda contraída apenas dos días antes. Me derribó el viento, imperturbable. Después de haber calentado cuerpo tras cuerpo.

La cumbre.

Seis mil metros sobre el nivel del mar.

La nieve traida por el viento.

Y, puede que fuera por eso, por el viento, el horizonte que ensanchó mis pasos también se coló en mis entrañas, imperturbable. No es un horizonte cualquiera. Es un horizonte que en su inmensidad oculta la tercera dimensión, que a fuerza de tan grande parece plano. Y me habita.

Tiempo después, como para demostrar que la nada existe, aquellos perfectos desconocidos me enviaron una foto, una imagen fija, una postal del fin del mundo ¡Allí estaba yo!





Este blog personal es propiedad de
Adriana García

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